El sueño comienza con una imagen.
Una ilusión que se levanta desde el fondo de la materia gris del ser. Esta
imagen produce adrenalina, ganas y ansiedad. ¡Estalla! Y comienza todo…
Es una idea que muerde y hace
ruido, se instala en los pensamientos recurrentes e impulsa la búsqueda, cuyo
fin es hacer de aquella percepción algo palpable con el objetivo de verla,
escucharla y tocarla.
Mientras comenzamos a divisar los
colores del paisaje y los objetos, se inicia la pesquisa implacable. Las agencias de viajes no nos
alcanzan y para aquellos más osados, tampoco alcanzan las promociones y páginas
web. Los miedos y especulaciones aumentan, a veces hasta nos hacen cambiar de
actividades, de formas o hasta de destinos. La toma de decisiones nos puede
llevar tiempo, nervios e incluso algunos kilitos de más.
Pasada la primera sentencia y
asumiendo las decisiones con valentía, comenzamos a pensar en meternos a
aquella ilustración tan soñada, que casi siempre es la primera que se nos vino
a la mente. Las páginas de internet no entienden de tiempos para saber con
exactitud los grados que hará en cada lugar que visitaremos, como estará la
ciudad, si habrá viento en la playa, cuantos recaudos habrá que tomar en la
ruta o cuantas cosas llevar, hasta que la información comienza a ahogarnos y
preferimos relajarnos para comenzar a disfrutar.
Los días previos son largos y
excitantes, mientras la heladera se va vaciando poco a poco, revisamos los
papeles que tendríamos que llevar y los tenemos en una carpeta una semana antes
ojeándolos cada día que pasa. Las valijas, mochilas y carteras no alcanzan para
llevar el sillón y el escritorio, pero - ¡¿Y si lo necesitamos?!… Cargamos hasta el paraguas, aunque hayamos
chequeado desde hace cuatro meses antes que no iba a llover y en el destino
solo usemos unas zapatillas cómodas y la misma remera repetidas veces.
El día anterior es de total
insomnio, las horas son lentas y la idea de llegar descansado no alcanza. Miramos
un par de veces más el mapa, nos calzamos la mochila o la cartera mientras
nuestro pecho no cabe en sí mismo y partimos, conscientes de que no seremos los
mismos, cuando regresemos a casa...